sábado, 21 de julio de 2012

Aquellas maravillosas cartas

Hace un par de días escribí una carta. Sí, una carta. Esos folios escritos a mano que parecen haber quedado olvidados, casi incluso borrados de la memoria, hace ya un buen tiempo.Tuve que llegar yo, hartarme de valor, retroceder en los siglos y agarrar el bolígrafo para recuperar los recuerdos.
La tecnología no cesa de darnos codazos para sustituir ese hábito milenario de decir las cosas con lápiz y papel. Es cierto. Pero lo peor de todo es que el declive comenzó, no con la llegada de Internet, sino con la evolución del amor. Adiós a la hoja perfumada y repleta de lirismo, a la que te agarrabas como si la vida se te fuera con ella. Las palabras se volvieron breves, rápidas, descarnadas, y así desapareció la declaración rebuscada en la soledad de la almohada. Abrir un sobre tenía en otros tiempos una especial cálidez. Ahora, en cambio el buzón está repleto de recibos que pagar.
El corazón debería latir siempre muy deprisa, a mil revoluciones por segundo, para tener la constante necesidad de expresar, de hacer llegar a los demás lo que una siente. Un 'te quiero' o un 'me importas' cobran fuerza escritos de tu puño y letra.
Yo mientras tanto, 'quiero que no dejes de estrujarme'. Pero eso ya lo sabes, lo tienes en la carta que te escribí el otro día.

1 comentario:

  1. Cuando era pequeña, los veranos eran la época de escribir cartas. Quizá debería volver a las viejas costumbres.

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